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Eclipse deslumbró a Iowanos

23 de agosto 2017
Desde tempranas horas del mediodía muchos estudiantes,
docentes y personal administrativo de la Universidad de Buena Vista
en Storm Lake, IA, interrumpieron sus labores para observar el eclipse, que en
esta área pudo observarse en un 93%.
A lo largo y ancho del territorio nacional el eclipse total del sol denominado Gran Eclipse Americano (The Great American Eclipse) mantuvo en vilo a millones de observadores mediante la observación directa, los medios y redes sociales

Redacción
LA PRENSA
Aunque solo una pequeña porción del territorio muy al sudoeste del estado de Iowa era el lugar donde se podía observar el eclipse total del sol, en todo el estado y más al norte, también fue visible y pudo ser disfrutado por miles de espectadores.

El 21 de agosto fue histórico según los científicos. La Luna borró completamente al Sol del cielo durante unos dos minutos y 40 segundos. Y este hecho no ocurría desde hace muchos años y no volverá a ocurrir sino hasta el 2522.

El eclipse solar total fue visible en algunas zonas de Groenlandia, Centroamérica, Sudamérica, Oeste de Europa, Noroeste de África, y el Este de Rusia, por eso se le conoce como el Gran Eclipse Americano (The Great American Eclipse) por una razón: cruzó Estados Unidos de costa a costa, en una franja de unos 110 millas de ancho.

Fue considerado ya como el eclipse solar total más importante del siglo, pues el último que fue visible en una zona poblada tan amplia ocurrió en 1818. “La ‘rareza’ estriba en que los eclipses solares solo son visibles en una estrecha franja, recorrida por el cono de sombra de la Luna que se proyecta sobre la superficie terrestre. 

Un eclipse solar total ocurre en alguna parte de la Tierra cada 18 meses, pero por lo general se desarrolla sobre el agua –que cubre el 70% de la superficie del planeta— o sobre zonas despobladas”, explica Emilio Gálvez, astrónomo.

El último eclipse total del Sol, en marzo de 2016, cruzó algunas partes de Indonesia, pero sobre todo fue visible desde las aguas del Océano Pacífico. El último eclipse continental total en Estados Unidos, en 1979, fue tan solo visible a lo largo de un pequeño tramo en su paso por el noroeste del Pacífico. En cambio, el camino de totalidad del eclipse de agosto de 2017 comenzó en el estado de Oregón y terminó en Carolina del Sur, pasando por varias ciudades a lo largo y ancho de 12 estados, incluido Iowa.

Por qué fue importante
Presenciar un eclipse como ese es, literalmente, una experiencia única en la vida. En 1926 los astrónomos estadounidenses Henry Norris Russell, Raymond Smith Dungan y John Quincy Stewart publicaron el texto Astronomy, con cálculos que demuestran que un eclipse solar total ocurre en un punto dado en el planeta solamente una vez cada 360 años. Más recientemente, el belga Jean Meeus recalculó esa cifra estadísticamente en un microcomputador HP-85 y encontró que la frecuencia media para un eclipse total del sol para cualquier punto dado en la superficie de la Tierra es una vez cada 375 años.

En general, un eclipse solar ocurre cuando la Luna pasa completamente delante de la estrella, proyectando una sombra sobre parte de la Tierra. Para ver un eclipse total, hay que estar en la parte más oscura de esta sombra, la umbra. Cuando se está en la parte más clara de la sombra, la penumbra, lo que se ve es un eclipse parcial. 

Es decir, ese fenómeno solo ocurre cuando la Luna está muy bien alineada entre el planeta y el Sol.

Estudios paleontológicos han calculado que, hace miles de millones de años, la Luna estaba bastante más cerca de la Tierra y por eso se veía más grande que el Sol y los eclipses solares totales eran más frecuentes. El astrónomo Edmond Halley descubrió en el siglo XVIII que, en un futuro muy lejano, la luna estará lo suficientemente distante para no cubrir completamente el Sol y a partir de ese momento nunca más se verá ningún eclipse solar total desde la Tierra.

Además de suponer un espectáculo para los ojos humanos, un eclipse como el de agosto de 2017 fue especial desde un punto de vista científico. “El fenómeno cruzó grandes masas terrestres ininterrumpidas, lo que permitió maximizar la recopilación de datos y conectar la sombra de la Luna con la ciencia de la Tierra”, afirmó Madhulika Guhathakurta, astrofísica de la NASA. 

Si se perdió este eclipse, lo más seguro es que no volverá a ver otro más en su vida, tampoco unas tres generaciones más después de la suya. Solo imagine, la trayectoria anterior de un eclipse como este, ocurrió tan distante como el 13 de junio de 1257.

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